Quase lá: Barcelona: Mujeres torturadas desde 1941 hasta 2019

 

Gemma Pasqual: “No pensaba que encontraría tantas mujeres torturadas en democracia”

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Por Assumpció Maresma Matas* en VilaWeb.
10 abril, 2023  LQSomos
Traducido por Leticia Palacios.
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Entrevista a Gemma Pasqual, que recoge el testimonio de 22 mujeres sobre el terror de la comisaría de la Via Laietana de Barcelona, entre 1941 y 2019

El libro Torturades” (Comanegra) de Gemma Pasqual, será un pilar fundamental de la historia de la represión y, en concreto, de la tortura, de este país. Poner cara a 22 mujeres, testimonios del terror ejercido desde 1941 hasta 2019 en la comisaría de la policía nacional española de la Via Laietana 43 de Barcelona es un punto de inflexión. Primero, y sobre todo, porque rescata del silencio y del olvido a las mujeres que han sido víctimas de esta violencia institucional hasta la crueldad más difícil de imaginar. Pero, también, porque ofrece una visión global de cómo se ejerce esta violencia y cuáles son los patrones de actuación, que funcionan de manera sistémica tanto en dictadura como en democracia, como un reloj que no se detiene y al que siempre el sistema, el estado, le da cuerda. Muestra cómo mujeres de distintas generaciones, de las mismas familias, sufren esta violencia sin escrúpulos, sistemáticamente. Estremecedor.

La autora tiene claro que el libro es de las mujeres que salen en él y de las que han sufrido la tortura y aún son anónimas. Es de ellas por su valentía, por su honestidad y también por la generosidad de contarnos esta parte de su vida que ya habrían querido olvidar. Al hacerlo han tejido una imagen real, consistente, difícil de olvidar. Como dice Gemma Pasqual, ahora hay que seguir con la lucha para que este edificio del terror deje de ser un símbolo que utiliza el estado español para mostrar su poder represor. Y también hay que cuidar a estas mujeres, homenajearlas, dignificarlas y protegerlas. No pueden ser solo parte del pasado, dice la autora en esta entrevista. Son presente.

-Impresiona mucho este libro. ¿Cuando empezó sabía lo que se encontraría?

-La verdad es que no. A pesar de haber investigado la tortura en Chile, Argentina y España, cuando te cuentan en primera persona lo que les ha pasado, no es lo mismo. Cuando empecé a investigar encontré mujeres del franquismo, pero la verdad es que no esperaba encontrar tantas mujeres torturadas en democracia. Sobre todo me impactó mucho conocer a Xènia y a todas las personas torturadas en 2019 en la Via Laietana. No me lo esperaba.

-Cuenta que le impresionó ver a Blanca Serra y a Carles Castellanos hablando de tortura en el FAQS y que de ahí salió un artículo que publicó en este diario. Del artículo ha acabado saliendo el libro. Pero, aparte de eso, ¿hay algo personal que la haya traído hasta aquí?

-Para mi escribir el libro es un ejercicio de responsabilidad. De compromiso. La Via Laietana es un símbolo de la tortura. Yo quería dar voz a estas mujeres, soy nieta de represaliados y eso también cuenta. Mi abuelo me transmitió unos valores que me han hecho mucho bien.

-¿Cuál es la herencia de su abuelo?

-Él era de la FAI y fue represaliado. Fue condenado a muerte, estuvo en el campo de Argelers y nunca renunció a los valores que tenía. Siempre ha sido un gran luchador. Desde muy pequeña he mamado eso. Teníamos una relación muy buena. Él me contaba cosas de la guerra… Recuerdo que en Almoines, mi pueblo, estábamos muy cerca del cementerio de Gandia y allí fusilaban gente continuamente. Cuando por Todos los Santos íbamos a poner flores, el abuelo me hacía pasar la mano por donde estaban los impactos de las balas, porque, aunque estaba pintado, se notaban los orificios. Y mi madre decía: “¡No le diga esas cosas a la niña!”. Pero yo lo veía como un héroe porque siempre defendía las injusticias.

-¿Le costó mucho encontrar a estas mujeres?

-La verdad es que al principio, cuando llamaba a las puertas y empezaba a preguntar, me decían que había muchos hombres pero que no recordaban a ninguna mujer. Es lo que suele pasar, que sabes que hay mujeres, pero siempre se habla de los hombres. Necesitaba dar voz a estas mujeres y, en este sentido, quiero que la historia de la Via Laietana tenga nombre de mujer. Es muy importante no olvidar a todas las mujeres que han pasado por allí y sobre todo a las grandes olvidadas: las prostitutas, las inmigrantes, las gitanas… Pensemos que hablamos de torturadas con una visión abierta, no de política y nada más, sino de todas estas mujeres. La tortura hacia ellas sigue el mismo patrón siempre.

-¿La tortura tiene sesgo de género?

-¡Por supuesto! No es lo mismo torturar a un hombre que a una mujer. La tortura de género debe reconocerse como tal, es brutal y se ve en muchas de las cosas que cuentan: cuando van al baño, cómo los torturadores estigmatizan la regla, los tocamientos… Eso los vascos lo han estudiado mucho. Aquí creo que no se ha estudiado lo suficiente. Estaría bien hacer un simposio sobre la tortura en la Via Laietana y hablar de todos los temas que rodean este horror.

-¿La violación también forma parte de estas torturas?

-En la Via Laietana se ha violado a muchas mujeres. Mis testigos han visto cómo se ha violado a otras mujeres, sobre todo a las prostitutas.

-Me imagino que remover estos recuerdos en las mujeres torturadas no ha sido fácil para nadie.

-Recordar es muy duro. De hecho muchas han estado en silencio durante mucho tiempo, pero han confiado en mí y se lo agradezco muchísimo. Me he vestido de periodista, aunque no lo sea, para mantener la distancia. La parte más difícil era cuando salía de allí o cuando hacía el retrato, porque es terrible todo lo que han pasado estas mujeres. En el primer contacto hablaba de lo que había pasado en la Via Laietana. Había mujeres que me querían atender aunque no querían salir en el libro, pero su testimonio también ha sido importante para que lo pudiera escribir. En realidad solo dos han dicho que no. Yo siento una gran responsabilidad ante ellas. Ya no es mi libro, es su libro.

-A la hora de contarlo ha utilizado la técnica del docudrama.

-He intentado mantener la medida justa de todo. No quería cargar las tintas en el dolor, que existe y es inmenso, porque el libro no trata de eso. En este libro yo reivindico la memoria, la justicia y la reparación. El docudrama es para que se sepa lo que pasa, que no sea sólo un relato periodístico, sino que los lectores se pongan en la piel de estas mujeres.

-En el libro sale con frecuencia que la Via Laietana es la casa del terror. ¿Qué simboliza ese edificio?

-¡Esta ciudadela que mantienen en el centro de Barcelona tendría que convertirse en un memorial ahora mismo! Acabar con esta pesadilla sería tan fácil como eso. En cambio te encuentras con que en 2019 todavía torturan allí y se te cae el alma a los pies. Yo pongo cara a lo que ha pasado en este lugar horrible. Hablo de 22 mujeres que son una muestra, pero detrás de ellas hay miles. Allí ha habido asesinatos y no pasa nada.

-¿Cree que el libro puede ayudar a abrir los ojos a mucha gente que está convencida de que aquí no existe la tortura?

-A veces nos creemos que todo el mundo sabe que aquí se tortura y se ha seguido torturando, pero eso, como dices, no es cierto. Mucha gente no sabe que allí se torturaba. Y de los que lo saben, muchos creen que eso se terminó cuando acabó el franquismo. La gente que tiene ideología lo sabe porque ha conocido gente involucrada que lo ha sufrido. Yo, por ejemplo, conocí de cerca las torturas del 92. Pero la gente que no tiene implicación política no se lo imagina. En el 92, la gente no se lo creía porque en su cabeza no entra que el estado maltrate a las personas en democracia. Y cuando se lo muestras todo el mundo se sorprende. Para mi, la mejor manera de que la gente visualice el terror es poniéndole cara y que se vean las personas, que algunas son muy mayores y si no hacemos justicia ahora, ya no se hará. Con cifras es muy difícil. Cuando hablamos de las cloacas del estado se trata de eso: que todo va por debajo. Yo he levantado la alfombra y he dicho: aquí está.

-En el libro dedica un capítulo a los represores.

-Son muchos, yo he identificado a 57 a partir de los trabajos de investigación periodística que se han publicado. El estado español ha sido denunciado y condenado muchísimas veces por los organismos que velan por los derechos humanos. De las diez veces que la Unión Europea ha condenado al estado español, siete han sido para Grande-Marlaska. Este dato solamente ya es brutal. ¿Dónde protestaremos? Muchos de los policías que salen tienen medallas, que encima significan dinero que pagamos entre todos. Está el caso de Trapote, que durante la dictadura mató a un demócrata y se benefició de la ley de amnistía sin que pasara nada. Y encima, el 1 de octubre era el jefe de la policía. Él mismo mintió al juez cuando le preguntó si había tenido algo con la justicia. Dijo que no. La realidad es que se sienten totalmente impunes. He podido verificar que a la mayoría de los condenados por torturas o maltratos el estado los indulta enseguida, como si el propio estado asumiera que han torturado en su nombre.

-¿Desde los años cuarenta del siglo pasado hasta ahora siguen siempre el mismo patrón?

-Son inamovibles, siempre siguen el mismo patrón. Por ejemplo, a Matilde y a Xènia Garcia, que son de épocas distintas, les hacen lo mismo. Las dos eran muy jóvenes, una iba a un concierto de Pete Seeger, en 1971, la otra a la manifestación contra la sentencia de 2019. Las paran en una manifestación e intentan inculparlas colocando supuestas pruebas dentro de sus bolsas, cosas que no son suyas. Es el patrón del sistema. Ellos, con la tortura, la multa y la condena quieren conseguir atemorizar, que esta gente no vuelva a manifestarse. A Xènia incluso le prohibieron acudir a manifestaciones. No tenía sentencia firme ni nada y el juez se atreve a decirle que lleguen a un acuerdo: si no vuelves a ir a una manifestación, te dejo libre. Eso no puede ser.

-¿Las secuelas son muy fuertes?

-A muchas de estas mujeres las han anulado a consecuencia de las torturas. Las políticas tienen una fuerza, pero la gente que no es política con frecuencia no acaba de encontrar su sitio después de algo tan grave.

-Algunas de estas mujeres de las que habla no entran una sola vez a la Via Laietana sino muchas, incluso reconocen a los torturadores.

-Algunas entran dos y tres veces. El daño que hace el sistema es endémico, persiguen a los padres y a los hijos. El caso más flagrante es el de Núria Cadenes y su madre, Teresa Alabèrnia, cuando el policía le dice a Núria: “Hombre, mira, la hija de Teresa Alabèrnia”. O también el caso de Manuela Rodríguez y su hijo. Qué tortura puede haber peor que ver que torturan a tu hijo, un hijo que ya había nacido en la prisión. Ver cómo maltratan a tu hijo y no poder hacer nada es una doble tortura. Manuela, que es una mujer tan luchadora que ya había hecho la guerra, aún tiene que volver a entrar en la Via Laietana, después de haber pasado por situaciones horribles en los años ochenta porque se manifestaba a favor del derecho al aborto. No se detienen nunca. Eso lo hace el sistema, lo hacen en dictadura y lo hacen en democracia, les es igual. En democracia todavía lo hacen: lo hemos visto en Euskadi y lo vemos aquí. Son los mismos. El señor Marlaska y toda su gente tendrían que explicar por qué torturan a unos chicos el 18 de octubre de 2019 en la Via Laietana, por qué hay manchas de sangre en las paredes. ¿Vivimos en una democracia imperfecta o aún estamos en el postfranquismo? Yo la democracia no la veo por ninguna parte.

-La Comissió de la Dignitat y otros colectivos se manifiestan cada quince días para que cierren esta comisaría

-Cuando la Comissió para cada quince días la Via Laietana todos deberíamos estar allí. Lo que hace la Comissió de la Dignitat es muy importante, porque siempre nos recuerdan que es el edificio del terror. La gente que pasa por allí en coche no lo quiere ver. Podrían poner una plaquita que dijera que en la época de Franco se hacía eso, pero no sería verdad, porque aún se tortura y el estado quiere mantener esta ciudadela en pleno centro de Barcelona. Es su forma de hacer que sintamos su castigo. Es el símbolo del poder que tienen como represores.

-Una de las primeras mujeres de las que habla es Victòria Pujolar, la voz de Ràdio Pirenaica.

-Es una mujer increíble, es la primera que se escapa mientras la trasladan. Es una mujer muy importante porque demuestra que se puede huir. Tiene la fuerza de huir y coger un tren e irse a Francia. Podrían haberla matado de un tiro. Después de escaparse continúa la lucha contra el franquismo desde Rumanía, donde está exiliada. Quizá la gente joven no sabe lo que es la Pirenaica, pero yo la oía de pequeña, bajita. Ella era la voz catalana.

-Me ha impresionado mucho el relato en primera persona escrito por Montserrat Tarragó.

-Ese relato es el único que no es mío. Dicen que Montserrat Tarragó fue de las mujeres más torturadas en democracia y lo que le hicieron es muy duro. Cómo destrozan la vida de una persona por nada. Ella no tiene ningún cargo, ni en el caso Bultó, ni nada… Su relato no lo he tocado porque pensé que era tan desgarrador que tenía que dejarlo como ella lo había escrito. Me impresionó mucho.

-En el libro habla también de las torturas que les hacen a muchas mujeres, no sólo a las políticas. ¿El caso de la Rampova es un ejemplo?

-La Rampova me toca muy de cerca porque era de Ploma 2, un grupo que conocí en València. Se movían mucho por el barrio del Carme y la conocíamos. La Rampova era una mujer que te llamaba la atención. Todo el mundo comentaba que había sufrido mucho, pero no me imaginaba que había estado en la Via Laietana. Con 16 años se enamora de un hombre y la detienen, la encierran, la violan y le hacen de todo. Cuando sale le aconsejan que venga a Barcelona porque parecía que estaría más segura. En el cine Princesa la engañan y se la llevan a rastras hasta la Via Laietana. Allí le pegan, la maltratan, la vuelven a violar. Cuando se habla de la tortura no se hace referencia a los colectivos de homosexuales, lesbianas, prostitutas, sin embargo, son víctimas de tortura constantemente. Les dan palizas, les hacen de todo, sin ninguna defensa.

-También retrata la tortura que recibe la etnia gitana, cuenta el caso de Carmen González.

-El trato hacia los gitanos era pura maldad y crueldad. A Carmen la cogen ya de jovencita. Siempre la acusaban de lo que hacían sus hombres. El estado tiene que respetar los derechos de estas personas, no puede justificar que les peguen y maltraten por haber cometido un delito. Lo que le hicieron es… no tengo palabras. Acababa de tener un niño, tenía el pecho lleno de leche… y cuando llega a la Trinitat las monjas la tratan aún peor.

-¿Las monjas de la Trinitat son cómplices de las torturas?

-Son lo peor. Ellas hacen de carceleras. Cuando las chicas llegan deshechas por las torturas de Via Laietana se encuentran con estas monjas. No tienen nada de humanidad, ni siquiera llaman a los médicos. Es el caso de Carme Travesset, que llegó allí con los pies destrozados y no podía ni andar por las torturas que había sufrido y ellas la llevan arrastrando. No tienen ningún miramiento. Pero actúan aún peor con las presas comunes, porque las políticas se organizaban e intentaban defenderse con huelgas de hambre o con ayuda del exterior. Las presas comunes son víctimas de todo tipo de maltratos. Todo parece de la edad media, como si fuera un mundo paralelo.

-¿Se conseguirá que cierren este edificio?

-Creo que sí, no debemos abandonar. También tenemos que invocar a la responsabilidad de nuestros políticos. Es verdad que se ha aprobado en todas partes que hay que cerrar esta comisaría de la Via Laietana, pero tendrían que seguir luchando. Cuando ellos tienen la sartén por el mango, tienen que ponerlo sobre la mesa. No se entiende por qué todo sigue igual si Barcelona está gobernada por los socialistas y los comunes, que son los mismos que gobiernan en el estado. Parece que no les interesa lo suficiente. Creo que nadie quiere tocar a la policía. La policía da miedo.

-¿También está el caso de Mireia Comas?

-La persecución de Mireia pone los pelos de punta. Sufre la persecución del famoso Jordi. La persiguen porque planta cara y pone una denuncia. Una denuncia que por primera vez es aceptada. Eso no lo soportan y la vuelven a encerrar y a torturar. Ella no puede más y no le queda otra opción que retirar la denuncia, y hace bien. Son personas, no símbolos y no las protegemos lo suficiente. Es fotógrafa, hace fotos de los movimientos sociales. Es un testimonio vivo que quieren aniquilar porque no quieren que se vea lo que ella enseña.

-¿Hablamos de Blanca Serra?

-Blanca es la culpable del libro, como he dicho antes. Ver lo que ella contaba me impulsó a escribir el artículo en Vilaweb y después el libro. A Blanca y a Eva -porque Blanca me insiste en que Eva va siempre primero- las torturaron mucho, muchísimo. En la Via Laietana y en España. Si te fijas, los propios policías les dicen: “Ya están aquí otra vez las hermanas…” Ellas son un símbolo porque siempre están ahí. Con ellas no han tenido éxito. Ni con ellas, ni tampoco con las dos Teresas, ni con Montserrat, ni con Núria… Con ninguna de estas mujeres luchadoras, vaya. Ellas tendrían que tener las medallas que les han dado a los policías, son las grandes defensoras de la democracia. No se rinden nunca. ¿Cómo puede ser que con las torturas pidan pruebas si ellos las tienen todas? Y, encima, las han destruido. Mira, Martín Villa quemó todo lo que pudo.

-Núria Cadenes es amiga suya. Habrá sido más difícil escribir su relato.

-Ha sido difícil, no voy a negarlo. Escuchar a una amiga contando cómo la torturaban. De hecho, las he dejado -a ella y a Teresa, su madre- para el final porque son amigas las dos y por el símbolo que ha representado Núria para mostrar que no había democracia en el estado español.

-Si todos los relatos impresionan, el de Núria Cadenes tiene el añadido de que, pese a ser tan joven, planta cara para defender sus derechos. Los tiene clarísimos. No se rinde nunca.

-Tiene unas convicciones muy fuertes.

-Isabel López, que trabajaba en la SEAT, también es de una firmeza impresionante.

-Isabel López es una gran mujer, de CCOO. Tozuda y valiente. Va a prisión porque no quiere que le paguen las multas. Piensa que hay gente más importante que ella. Se encarnizan con ella. Al final consigue una gran victoria. Tienen que soltarla porque hay una manifestación de mujeres en la puerta y el presidente de SEAT llama a la policía para que la liberen y las mujeres vuelvan a trabajar.

-Usted también es una gran luchadora.

-No debemos abandonar nunca. Yo tengo la herencia de mi abuelo, pero también se la dejo a mi hijo. En el estado español no he visto el cambio hacia la democracia. Cada uno tiene que enfocarse en lo que puede hacer. Yo soy escritora y escribo libros, todo el mundo puede hacer algo. Nos quieren apolíticos, nos quieren callados. Mira lo que pasa en Francia, allí la gente sale a la calle.

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-Para acabar, hablemos un poco de cómo se hizo escritora.

-Un día escribo una historia y Guillem, mi marido, me dice que es una novela y me la publican, cosa que no suele pasar. Tenía 27 años. Hice otra, que es “Marina”, una novela juvenil, y los bibliotecarios me dieron un premio. Y pensé: ¿y si escribo otra? Es cuando escribo “Record a Amanda”, que fue cuando entré en contacto con la tortura en Chile. Y después escribí “L’ultim vaixell”, que es cuando contacté con Tomasa Cuevas y esta gente. Ya ves que al final todo está conectado. Y ya me di cuenta de que me gustaba mucho escribir y me dediqué a ello. Yo era informática por casualidad; me dieron una beca porque en casa se necesitaba dinero. En cierta manera mi padre iba eligiendo lo que teníamos que ser. Cuando mi marido me pregunta: ¿y tú qué quieres ser?, le respondí sin dudar que quería ser escritora. A pesar de tener que pagar hipotecas, me dijo: “¡Venga!”. Lo dejé todo y me di de alta en autónomos como escritora. Pagaba más de lo que cobraba. Pero fui tozuda. Y ahora, mira, mis libros van por todo el mundo…

-Y hace muchos años que vive de escribir.

-¡Vivo de escribir y vivo muy bien! No soy J.K. Rowling pero me saco un sueldo muy decente.

-Es una autora muy leída y muchos de sus libros están vivos después de muchos años…

-Los tengo a todos vivos. De “Xènia” he vendido 200.000 ejemplares, pero de “Marina” habré vendido 100.000. Y de “Viure perillosament” ya llevamos cinco ediciones. Me leen en todos los Països Catalans, pero fuera también. En Madrid, en Colombia, en México, en Italia. Ahora, por ejemplo, uno de mis últimos libros “Like. Blau” lo leerán todos los niños del país. Y eso es muy bonito.

-Dice que lleva los valores incorporados, pero los Països Catalans también…

-Mucha gente puede pensar que los Països Catalans son una utopía. Yo lo respeto, pero es necesario que lo tengamos claro: los Països Catalans existen. Hablamos el mismo idioma, tenemos el comercio. Mis libros, nadie podrá decir que no se venden en todos los Països Catalans. Creo en los Països Catalans o la Catalunya grande, como decían. Somos mucha gente y podemos hacer grandes cosas. Sólo tenemos que creérnoslo.

-Dirán que es muy positiva, optimista.

-Yo no lo he tenido fácil en esta vida, pero la propia vida te enseña. No soy positiva. Lo que pasa es que estar todo el día lamentándome no me aporta nada. Además, es aburrido. Es mejor actuar. Más que protestar a mi me gusta reivindicar. Eso sí, no paro.

-¿Quiere decir algo más?

-Sí, que estas mujeres que salen en el libro y las que aún quedan en el anonimato deberían estar más reconocidas. Y también más cuidadas. Todas, las políticas y las no políticas. Todas han sido unas grandes luchadoras por la libertad. Son un símbolo que tenemos que proteger. No pueden ser parte del pasado y ya está. No puede ser.

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* Gemma Pasqual: “No em pensava trobar tantes dones torturades en democràcia”
– Traducido para LoQueSomos por Leticia Palacios
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